Manifiesto

Nunca antes, hasta donde llegan nuestras noticias, se habia visto a la humanidad caminar con tanta despreocupación hacia el desastre. La realidad se vuelve insoportable en el mismo momento en que se empieza a comprenderla, y si sigue siendo soportada es porque se ha vuelto ya plenamente incomprensible.

Los hechos del mundo nos son presentados de forma fragmentaria y descontextualizada, emancipados ya de cualquier clase de lógica que permitiera explicarlos y formarse un juicio al respecto. Todos los hechos aparecen como fenómenos aislados e inexplicables que no alteran el orden general de las cosas, el cual vuelve a pretenderse inmutable y eterno.

Nuestras propias vidas se ven sometidas a la brutal inercia de un “sálvese quien pueda” cuyas razones últimas se nos escapan, pero que obliga a las mil renuncias cotidianas que nos van aniquilando. Así las cosas, las mercancías colonizan nuestros deseos frustrados a traves de la publicidad, y ocurre que un detergente encierra una engañosa promesa de felicidad familiar, un coche otra de satisfacción sexual, un refresco otra más de fraternidad, y todos juntos encierran una promesa jamás cumplida: la de la vida plena que este orden nos niega. Y persiguiendo esa vida a través del consumo, nos encadenamos al trabajo y en él consumimos plenamente nuestras vidas.

De todas las ausencias que pueblan este páramo, la más llamativa es tal vez la del pensamiento revolucionario: aquel que tiene como punto de referencia la oposición radical -de raíz- a lo existente, y por tanto su crítica generalizada y no parcial: de la escuela a la cárcel, del trabajo asalariado al ocio mercantil, de la tecnología al arte y la cultura, del urbanismo a las mentiras oficiales, del Estado a las relaciones de género… Su profundidad le permite distinguir el hilo de la dominación que los recorre y unifica a todos; hacer comprensible –y por tanto intolerable- la realidad; y señalar a la vez los caminos de la liberación.

Tal género de pensamiento parece haberse esfumado, en el mismo momento histórico en que es más desesperadamente necesario para explicar qué es lo que que está pasando. Su espacio lo ocupan hoy la confusión y la demagogía. Lo ocupa, en definitiva, una falsa crítica que se expresa como caridad mercantil basada en la mala conciencia; como pueril radicalidad estética; como conservación en formol de viejos sectarismos. Pero jamás como cuestionamiento radical y generalizado de lo existente aquí y ahora.

Ese cuestionamiento radical debe ocupar el lugar que le pertenece, empezar a formarse como se formó en otros tiempos: en las resistencias cotidianas que ejercemos sin apenas ser conscientes de ello; en la crítica y el balance de los combates y derrotas del pasado; en el análisis de los hechos del presente y de la realidad que les da lugar. En la acción, el estudio y el debate. Solo así pueden ponerse las bases para la reconstrucción del pensamiento revolucionario.

Es a ese trabajo, necesariamente colectivo, al que quiere contribuir la Biblioteca Social “Hermanos Quero”, que toma nombre de estos maquis granadinos como reivindicación de la memoria histórica de los desposeídos y de la guerra contra la amnesia y el olvido. Un espacio modesto que pretende, en el mismo corazón de estos negros tiempos y con todos los vientos soplando en contra, promover la insurrección de las ideas, la práctica y la memoria, y retomar donde cayó abatido el viejo proyecto de asaltar los cielos.