Acequías y aljibes; sobre agua, tecnología y dominación

Ramón Germinal

Exponiendo el funcionamiento tradicional de acequias y aljibes, puestos en comparación con las modernas técnicas e infraestructuras de riego o de abastecimientos urbanos, este trabajo pretende mostrar la falsa neutralidad de las tecnologías -en este caso de las técnicas y la ingeniería hidráulica- muy ligadas a los procesos de mercantilización del agua y a las relaciones sociales imperantes.Antes de que Adam Smith glorificase las bondades de la economía mercantil, la fisiocracia atribuía, exclusivamente, a la naturaleza el origen de las riquezas. Un sistema que combinaba la jerarquía de la Divinia Providencia, delegada a la nobleza, con el trabajo y conservación del suelo, el agua, los bosques, generación tras generación, pues cuidando estos recursos naturales se mantenían e incrementaban las riquezas… del señor conde. Feudal era el sistema que hizo saltar el desarrollo del comercio y la revolución industrial. En ese estallido, las nuevas tecnologías del momento sirvieron para afianzar el capitalismo y las relaciones sociales de dominación que impusieron: el cercamiento de bienes comunales, la aniquilación de medios de subsistencias propios, la proletarización de la gente y la mercantilización de bienes, productos o servicios forzaron la dependencia humana del dinero para poder sobrevivir.

En la medida que una técnica hidráulica resta independencia y libertad para tener acceso al agua, las personas estarán más dominadas por el sistema tecnológico que así lo permite, ya que el agua es una necesidad biológica de los seres vivos. De ahí que la observación de la evolución de la tecnología hidráulica, en este texto, esté profundamente relacionada con la mercantilización y la dominación de la gente. Dicha observación tiene un ámbito territorial especifico correspondiente a las cuencas hidrológicas de clima mediterráneo en la penísula ibérica.

1. Acequias y bienes comunales.

Acequia es una palabra de origen árabe (assáqya) que designa a ciertas canalizaciones que sirven para distribuir agua de riego mayoritariamente. Hay constancia histórica del uso del agua de las acequias tanto para el regadío como para llenar aljibes destinados al abastecimiento de poblaciones. De Oriente Próximo a los países ribereños del Mediterráneo para saltar el Atlántico y extenderse por América Latina, este es el viaje geogográfico de las acequias, un ingenio humano que transporta recursos hídricos a tierras convertidas al regadío, lo que les permite ser más productivas y cultivar plantas, árbustos y árboles con más necesidad de agua que las aportadas directamente por las lluvias. El agua de las acequias contribuye a producir más fotosíntesis en forma de hortalizas, frutales u otro tipo de cultivo. La distribución y el reparto del agua de las acequias, así como su mantenimiento (limpieza y reparaciones) van indisolublemente ligadas a la consideración del agua como un bien comunal.

Los romanos tenían una poderosa ingeniería hidráulica basada en la experiencia tecnológica de la megamáquina, que en la antigua Mesopotamia o en Egipto fue capaz de construir pirámides, grandes templos o gigantescas murallas sin utilizar ruedas, gruas, petróleo o electricidad, sólo usando una gan maquinaria en la que sus miles y miles de piezas eran de carne y hueso, cuya fuerza energética provenía del trabajo esclavo. Así mandaron construir centenares de puentes sobre ríos y grandes acueductos para salvar los impedimentos orográficos a la conducción de agua. Acueductos como el de Segovia para llevar agua a las poblaciones, o el de Almuñecar para la industria del salazón. La tríada de cultivos mediterráneos -viña, trigal y olivar- no necesitan de sistemas de riego para dar sus frutos, por lo que el imperio romano destinó su ingeniería hidráulica al abastecimiento a ciudades, a la minería y a la industria pesquera (almadabras y salazones), donde cobraban grandes impuestos o explotaban para su provecho las riquezas del subsuelo o del mar.

La agricultura andalusí recibió la herencia -en forma de técnicas y cultivos- de los regadíos milenarios en los valles del Nilo, Tigris y Eúfrates, un saber social que trasladaron los agricultores musulmanes a la península ibérica. Las acequias toman agua de manantiales, cauces fluviales o albercas y por el sistema de gravedad la distribuyen sin coste energético por las tierras regables. El mantenimiento de las acequias corría a cargo de los regantes, por lo que sus reparaciones y limpieza era una tarea comunal de fuertes vínculos sociales. Dos agricultores vecinos podían no hablarse, pero, invariablemente, cada uno de ellos mantenían bien limpio el tramo de acequía que le correspondía.

Construidas con materiales autóctonos, la red de acequias no fue obra de expertos; su trama, a pesar de superar en muchos casos el centenar de kilómetros, no requirió de una ingeniería especializada; el saber social de los agricultores convertido en bien comunal, acumulado y trasvasado de generación en generación, es el autor colectivo de este peculiar sistema de riego.

2. La red de acequias de Sierra Nevada..

En Sierra Nevada la cara norte es más abrupta que la sur, presentando unas características climáticas más extremas, por lo que reúne peores condiciones para su poblamiento. A partir de los 2000 metros de altitud, el 75% de la pluviometría es en forma de nieve. Esta característica tiene un profundo efecto regulador sobre el clima y convierte a las cumbres en los aljibes naturales que constituyen la base de la red de acequias.

Según un inventario elaborado para el Parque Nacional de Sierra Nevada, en la actualidad existen 142,5 kilómetros de acequias de careos y 412,5 km de riego. Esta división entre acequias es debida a la función que cumplen: las de careo conducen el agua desde los cauces naturales hasta zonas más o menos llanas muy permeables denominadas simas para que se infiltre. El agua circula subterraneamente. Parte de ella aflora en manantiales tras un tiempo de retención determinado. De esta manera se dispone durante el período de estiaje de una cantidad extraordinaria de agua. Estas acequias siempre están a una altitud elevada, superior a los 1800 metros, cargándose desde otoño a primavera, cuando los cauces naturales llevan agua excedente. Las acequias de riego cumplen con el objetivo de conducir el agua desde los cauces naturales hasta aquellas fincas que se ponen en regadío.

Las acequias de careo tienen por lo general mayores pendientes que las de riego; con la misma sección, permitr el paso de mayores volúmenes de agua. Debido a esto y a la consiguiente fuerza del agua, la cantidad de elementos finos depositados, en comparación con las acequias de riego, es pequeño. Dichos depósitos impermeabilizan el canal de las acequias de riego de una manera muy eficiente. La infiltración a través del canal es mayor en las acequias de careo que en las de riego y supone una parte importante de la infiltración total. En las acequias de riego, la infiltración que se produce es, sin embargo, suficiente para que juegue un importante papel en el mantenimiento del ecosistema asociado a ellas.

Los sistemas de acequias de riego bien desarrollados se componen de varias acequias escalonadas a lo largo de la ladera. Las más altas se utilizan para el riego de los pastizales de montaña. Las demás para el riego de diferentes cultivos. El mantenimiento y gestión de los sistemas de acequias de riego es más complejo que el de las de careo, exigiendo una supervisión y vigilancia casi permanente por parte de los regantes.

Una característica de estas acequias es la complejidad en el reparto del agua. El agua está repartida entre las diferentes acequias según normas bien definidas, y dentro de cada acequia, a cada regante le corresponde un determinado tiempo de agua en función de la superficie de regadío que posee. Las acequias de careo por el contrario se utilizan, «se cargan», según la terminología local cuando empiezan las lluvias de otoño y se mantienen así hasta que empieza a ser necesaria el agua para riego en los terrenos de cultivo.

Debido a las condiciones climáticas la cara sur de Sierra Nevada es la más poblada y donde la red de acequias es más extensa: La Alpujarra es su nombre. Entre el siglo X y el XII se crearon en Sierra Nevada las primeras zonas de riego dedicadas a cultivos. En la fase de creación de las redes de acequias, éstas son más bien cortas (no alcanzan cinco o seis kilómetros). En una fase posterior se produce el incremento del número de acequias, esta vez de mayor longitud y cuyas tomas de agua se instalan a mayor altitud en la sierra. En esta etapa se construyen las acequias de careo.

Al-Zuhri, geógrafo del siglo XII, describe la cadena de montañas costeras de al-Andalus
deteniéndose en La Alpujarra, la cara sur de Sierra Nevada:

«Los Montes de Málaga van sucediéndose con los de las Viñas (Yibal \’Inab) y los del Plomo (Sakb) hasta las estribaciones de otro monte, llamado Sierra Nevada (Yabal Sulayr). [Este monte] constituye una de las maravillas de la tierra puesto que nunca está sin nieve, ni en verano ni en invierno. En él se encuentra nieve de diez años de antigüedad que ya está ennegrecida y produce el efecto de que se trata de piedras negras; pero, al quebrarla, aparece en su interior nieve blanca. En la cima de dicho monte no puede vivir ninguna planta ni ningún animal pero su base está poblada totalmente de habitáculos sin solución de continuidad. Esta parte poblada tiene una longitud equivalente a seis jornadas. En ella se encuentran muchas nueces, castañas, manzanas y moras (firsad), [llamadas] tut por los árabes. Es uno de los países de Dios [más productores de] seda».

Siguiendo su descripción, nos dibuja una zona montañosa llena de poblaciones dedicadas a una agricultura integrada donde sobresalen las moreras, los pastos comunales para el ganado y los cultivos irrigados, seguramente ordenados en terrazas de cultivo.

¿Por qué se convirtió el regadío en el medio de vida generalmente utilizado en La Alpujarra? Porque aseguraba la subsistencia de las poblaciones mediante el autoconsumo y el intercambio, mayoritariamente el trueque. Uno de los principios que rige esta hidráulica es que las zonas regables son fruto de las decisiones tomadas por la comunidad, de manera que se puede decir que cada una ha sida concebida y diseñada en su estructura fundamental desde el principio. Así lo afirman Antonio Malapica y Carmen Trillo en «La hidráulica rural nazarí: «Eso quiere decir que cuando se crea, con unas premisas sociales bien claras, se hace porque responde a unas necesidades que limitan u orientan su desarrollo. De ese modo, hay un diseño inicial que permite conocer cómo se instaló y qué tipo de sociedad lo realizó».

«Hay una cuestión previa, pero que indudablemente ha de señalarse. Nos referimos a los costreñimientos físicos que rigen esta hidráulica. El primero es la existencia de una línea de rigidez que obliga a diseñar la acequia de derivación teniendo en cuenta que por encima de ella no se puede regar porque la gravedad lo impide. Pero lo esencial es que así no es posible hacer ampliaciones nada más que ocasionalmente. Se puede decir, pues, que no hay posibilidades de modificar el sistema hidráulico y, por tanto, establecer un área de cultivo irrigada más amplia con el mismo punto de agua. Todo ello está condicionado socialmente y tiene relación directa con los asentamientos. Por eso desde el momento mismo de la instalación se ha de hacer un cálculo adecuado de la tierra a ocupar en atención al grupo humano que se establece. También se considera que el aprovechamiento debe de ser el máximo posible, por lo que el núcleo habitado casi siempre está por encima de la línea de rigidez. Este sistema se diseña así por la estructura social que lo ha creado. Segmentación y actitudes comunitarias se unen para generarlo y mantenerlo».

«La posibilidad de segmentarse el grupo viene dada por la libre disponibilidad de espacio. Las tierras no apropiadas y de libre disposición son abundantes y permiten el establecimiento de campesinos que las vivifiquen. En atención a su régimen jurídico se clasifican en diversos tipos. Están las mamluka, o «apropiadas», y las mubaha, que son las «no apropiadas». Estas últimas son de dos clases, aquellas sobre las que ejercen derechos de uso los habitantes de la localidad vecina que pueden conseguir en ellas madera y llevar a pastar sus ganados, y las que no entran dentro de este uso. La distinción entre ambas, las dos pertenecientes a la mubaha, es fundamental: Esta organización jurídica de las tierras, aunque sujeta a diversas interpretaciones, posibilita el establecimiento de grupos segmentados, y al mismo tiempo permite la convivencia de ganadería y agricultura intensiva, así como impide la apropiación de amplias extensiones que siempre quedan comunes». La red de acequías es una técnica hidráulica que se correspondía en la concepción del agua como bien comunal y al vivir en común de la gente.En el momento de la expulsión de los moriscos se hizo una descripción bastante precisa de los pueblos y términos que contaba la comarca (libro de Apeo de los pueblos redactado entre los años 1572-1575). La conquista del reino de Granada no supuso en principio un cambio notable en lo que concierne el sistema de riego. Las Capitulaciones acordadas por los Reyes Católicos estipulaban que la población musulmana podía permanecer en sus alquerías, y el asentamiento de colonos castellanos fue escaso. Las tradiciones en el riego se mantuvieron al amparo de las antiguas reglas comunitarias. La expulsión de los moriscos después de la revuelta de 1568, y la repoblación por colonos castellanos suponen el inicio de importantes desviaciones en el funcionamiento del sistema agrícola. La situación en la que se encontraron los repobladores era difícil. No conocían ni el medio ni las técnicas de estos cultivos de regadío. Esto ocasionó una débil demografía y la concentración de la propiedad a finales del siglo XVI y durante todo el XVII.

A lo largo de los siglos XVIII y XIX, la economía de susbsistencia y los fuertes lazos sociales en La Alpujarra logran la restauración de bancales, acequias, albercas y molinos harineros. Pero a finales de dicho siglo, con la puesta en marcha de explotaciones mineras y madereras en la comarca el trabajo asalariado debilita los vínculos comunitarios, igual que se erosiona y degrada el monte y el sistema de acequias, que para su mantenimiento necesita de la comunidad. Esta tendencia se acentúa en la segunda mitad del siglo XX, después de una fuerte oleada de emigración, esta vez a los centros urbanos industriales. A partir de los años setenta se producen otros fenómenos como la inversión de la pirámide de edad, el abandono progresivo de la agricultura y la creciente demanda de agua por parte de los municipios de la costa que han supuesto un abandono aun mayor de la agricultura en la comarca y por lo tanto de la red de acequias.
Los estudios sobre los efectos que sobre la vegetación tienen las acequias
son numerosos. Aquí se reseñan los principales:

«El efecto que tienen las acequias de careo sobre la vegetación natural no es tan sobresaliente como en el caso de las acequias de riego. El borde de los canales de careo suelen estar cubiertos por arbustos. Las simas están cubiertas de pastizales muy singulares que adquieren en verano y otoño unos tonos amarillos visibles desde grandes distancias. El principal efecto sobre la vegetación de estas acequias es, sin embargo indirecto».

«Al existir un tiempo de retención, parte del agua infiltrada sale al exterior en el período de sequía estival. Esto permite la instalación de una vegetación más mesofítica en las zonas donde el agua infiltrada aflora. Muchos barrancos situados por debajo de grandes acequias de careo, como la de Mecina, están cubiertos de arboles caducifolios como castaños (Castanea sativa), chopos(Populus alba), fresnos (Fraxinus angustifolia) y sauces (Salix atrocinerea). Distintas fuentes y manaderos se utilizan actualmente para el abastecimiento de núcleos urbanos en la Alpujarra».

«Las acequias de riego, debido a la infiltración en sus márgenes, permiten el desarrollo de una vegetación que de otra manera no existiría. Las de cotas superiores tienen un importante papel ecológico al extender de forma artificial los pastizales de montaña, formaciones que albergan una importante diversidad botánica. Las acequias de cotas inferiores crean en su entorno próximo un ecosistema en el que abundan los árboles de hoja caduca como chopos (Populus alba, Populus nigra), sauces (Salix atrocinerea), serbales (Sorbus aria, Sorbus domestica), alisos (Alnus glutinosa), cerezos (Prunus avium) y de manera especialmente frecuente castaños (Castanea sativa). La sombra de estos árboles y la humedad proporcionada por las acequias crean unas condiciones dónde abundan helechos, musgos y hepáticas, constituyendo auténticos y prolongados corredores verdes en la sierra».

Entre los efectos hidrológicos caben resaltar:
«Redistribución espacial del agua. En ocasiones las acequias llevan agua de unas cuencas a otras o a subcuencas que disponen de menos agua, alterando sustancialmente los regímenes de caudal de los cursos naturales».
«Incremento de la red de drenaje, produciéndose una disminución de la energía hidráulica del agua circulante. Las acequias interrumpen la escorrentía de la ladera y conducen el agua por canales de menor pendiente que los cauces naturales. En muchas ocasiones, además, interceptan los propios barrancos».

«Aumento de la evapotranspiración en la cuenca. Parte de este aumento se produce en los cultivos y en los pastos que son el objeto de la existencia de las acequias y otra parte se produce en la vegetación que sobrevive a expensas de sus filtraciones».

«El tiempo de retención del agua en la cuenca
se incrementa notablemente, así como la infiltración y recarga de acuíferos».

A pesar de la demostrada eficiencia de las acequias, tanto por los efectos sobre la vegetación como por los hidrológicos, después de las sequías de los años ochenta y noventa del pasado siglo, se procedió al uso del hormigón y el entubamiento de acequias, y al encofrado de las antiguas albercas convertidas hoy en balsas cerradas. Actualmente las acequias de Sierra Nevada en un 49% están hechas con piedra y tierra de la zona; el 25% son de hormigón y el 26% de otros materiales, entre los que destacan las tuberías de PVC. Progresivamente se sustituyen los materiales autóctonos y las técnicas de riego tradiciones, en nombre de la única eficiencia que conoce el capital: la monetaria. Y como el rendimiento económico del agua es muy superior en la costa granadina, ya sea en sus usos turísticos o en la agricultura industrial, la ingeniería hidráulica ha construido el gran embalse de Rules, con el objeto de llevarse el agua allá donde su aplicación más beneficios monentarios obtenga.

Con el entubamiento total de las acequias los poderes dominantes lograrían un doble objetivo: primero, el aumento de la energía hidráulica circulante con lo que serían viables los proyectos de las grandes empresas para el aprovechamiento hidroeléctrico; y segundo, no se «desperdiciaría» ni una gota de agua en La Alpujarra, contribuyendo a mejorar la eficacia del embalse de Rules y a incrementar el volumen de agua transportada a la costa. Y para evitar la pronta colmatación del gran embalse por los arrastres de tierra y áridos, decenas y decenas de pantanetas se contruyen en los barrancos alpujareños, una falsa solución, pues mientras no se combata la erosión mediante la repoblación forestal y el mantenimiento de las acequias, las pantanetas se rellenarán y hará falta construir más y más. Mientras tanto, la agricultura desaparece de La Alpujarra y los agricultores, en su mayoría, están jubilados ¿quien mantendrá la red de acequias?.

3. Ingeniería y tecnología hidráulica fordista

A principios del siglo XX la idea de Progreso era incuestionable a izquierdas y derechas del mapa político, y apoyada por los avances tecnológicos de la revolución industrial. La España hundida por la pérdida reciente de las últimas colonias, una España con el secular «atraso» científico e industrial necesitaba regenerarse. Joaquín Costa a la cabeza del regeneracionismo se encargaría de ello. Nuevas zonas regables de moncultivos para el mercado permitirían aumentar la productividad y la rentabilidad económica de la agricultura, al mismo tiempo que se acababa con la «pobreza» de la gente en el mundo rural; entendiendo por pobreza la falta dinero para comprar mercancías y satisfacer necesidades impuestas por la vida moderna, por el Progreso. La ingeniería hidráulica de las grandes infraestructuras (embalses, trasvases, canales) con nuevos materiales como el cemento y el hormigón armado, y la gestión estatal del agua a partir de 1926 mediante la constitución de las Confederaciones Hidrográficas posibilitarán, la acumulación de capital en el sector agrícola -que encuentra resistencias a la mecanización- para trasvasarlo a la industria y la emigración desde la España rural («inculta, atrasada y cateta») al mundo urbanizado de las ciudades industriales.

Las grandes infaestructuras de la ingeniería hidráulica no sólo transportan agua, sino que cambian el mundo rural incorporándolo a la producción y al consumo de masas, lo vuelve fordista, abre las puertas a la mecanización agrícola y a la dominación tecnológica. Una buena descripción de todo ello la encontramos en El antimaquinismo ruaral y la mecanización de la agricultura de los Amigos de Ludd: «Pero la incompatibilidad del universo popular-tradicional con el Estado y con el capital abarcaba muchos aspectos. Laa sólidas tradiciones de asistencia y ayuda mutua impedían la concentración de la propiedad y la proletarización masiva, con lo cual era insuficiente el número de desposeídos que concurrían a las zonas fabriles, lo que limitaba el desarrollo de éstas. La prevención y hostilidad hacia el dinero, así como el extendido habito rural de intercambiar entre iguales productos y servicios sin uso de moneda, frenaba la constitución de un sistema financiero lo que repercutía negativamente en el progreso de la industria, en la presencia en el exterior del capitalismo español y en la capacidad de aquel para financiar al Estado en sus aventuras bélicas y colonialistas. El aferramiento al policultivo, el autoconsumo y a la multiactividad reducía, acaso de manera notoria, la expansión del mercado interior, lo que limitaba el ascenso del capital mercantil, reducía el flujo de impuestos indirectos que se apropiaba el Estado y situaba una parte colosal de recursos y de mano de obra fuera del control de los hombres de negocios y los altos funcionarios».

«El ideal popular-tradicional de vida sencilla y frugal, con preferencia por los valores y bienes inmateriales, espirituales, hacía imposible el acenso al consumo de masas así como el hacer del dinero y de lo que puede ser adquirido con él un procedimiento crucial para el control del pensamiento, las emociones y la conducta de los individuos».

La tarea iniciada por la ingeniería hidráulica en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera prosigue a lo largo de todo el siglo XX, ya sea con la República, con Franco, o con los gobiernos socialistas o del PP; el fervor tecnológico lo inunda todo. El embalse de El Pintado y el canal del Viar se construye sobre dicho río en tiempos de Primo de Rivera, para crear una nueva zona regable de miles de hectáreas. Los grandes regantes son propietarios de las mejores tierras y son jornaleros los que la cultivan; las tierras feraces son repartidas entre colonos para su conversión al regadío. Los pueblos de colonización en la zona del Viar ejemplifican el cambio de agricultor a productor de un monocultivo (cereal, maíz, algodón, etc.) para el mercado, dependiente del dinero para subsistir.

Lorenzo Pardo proyectó, durante la Iiª República y bajo el mandato del Ministro de Fomento socialista, un Plan de Obras Hidráulicas que incluía el Trasvase Tajo-Segura, obra que terminó de rematarse en el ocaso del franquismo.

Con Franco, los presos políticos trabajaron como esclavos para construir el canal del Bajo Guadalquivir que riega una zona de más de 80.000 hectáreas; se inaguraron centerares de pantanos, muchos de ellos para el aprovechamiento hidroeléctrico, cuna del moderno capitalismo español; y contruyendo el gigantesco embalse de la Serena se puso en riego miles de hectáreas del conocido Plan Badajoz, para sacar de la «miseria» a una de las regiones más ricas en recursos naturales de la península: Extremadura.

Gobernando Felipe Gónzalez, se inauguraron tantos embalses como durante la dictadura franquista; algunos de ellos quisieron emular sin pretenderlo a las acequias de careo; dada la permeabilidad del terreno el embalse de Beninar (Almería) nunca llega a llenarse, pero eso sí, aguas abajo, la Fuente de Marbella(Adra) tiene el mayor caudal conocido. El insigne ingeniero que proyectó el gran muro de cemento en Beninar fue ascendido a presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Por cierto, la cuenca del Guadalquivir bajo mandato socialista alcanzó el medio millón de hectáreas de regadío, gracias a la contrucción de algunas decenas de embalses, lo que no impidió los efectos desastrosos de las sequías de los años ochenta y noventa. Tras la entrada en la Comunidad Europea (1986) la agricultura industrial del litoral mediterráneo (invernaderos, cítricos, cultivos acolchados, etc.) se convierte en la huerta europea, lo que requiere mucha agua, llegándose a salinizar y sobrexplotar los acuíferos. La solución que el gobierno socialista propone en su Anteproyecto de Plan Hidrológico Nacional es el travase del Ebro y las desalinizadoras.

El gobierno del PP se sigue empeñado en construir el trasvase del Ebro al mismo tiempo que, sin tanta propaganda en contra, avanza la construcción del travase del Negratín ( embalse situado en la cabecera del Guadalquivir) a la zona de invernaderos del Levante almeriense. Para conpensar el déficit crónico de la mencionada cuenca, aprobaron en su día el embalse La Breña II, con una capacidad de 850 hectómetros cúbicos, destinados a garantizar 360.000 hectáreas de riego, entre las que se encuentran el arrozal de las marismas del Guadalquivir, los cúltivos de cítricos y melocotones de la vega, aguas abajo de Almodobar del río (Córdoba) donde se localizará el futuro embalse y la zona regable del Bajo Guadalquivir, que recibe el agua del canal de derivación del mismo nombre. La Unión Europea apoya este embalse con una financiación cercana a los 80 millones de euros. De esta forma se acaba con los enfrentamientos entre las comunidades de regantes: los embalses de la cabecera de la cuenca servirán parar regar el olivar de Jáen, Norte de Córdoba y parte de la provincia de Granada, en la locura productivista del riego por goteo del olivar alentada por partidos y sindicatos de derechas o de izquierdas. Hace diez años había menos de 100.000 hectáreas de olivar regado
(de las cuales más de 70.000 no tenían concesión legal); en la actualidad, las estadísticas oficiales son incapaces de inventariar la superficie de olivar de regadío ¿a cuanto asciende? Y como por lo visto sobra agua en la Cuenca del Guadalquivir se trasvasa a los rentables invernaderos almerienses.

La planificación de esta ingeniería hidráulica se basa en labor de expertos: el ingeniero interpreta los datos que aportan las estaciones meteorológicas y de aforo para elaborar proyectos de regulación de cauces superficiales. En cuanto a las aguas subterráneas, los motores-bombas han permitido su extracción hasta dejar secas las lagunas de Ruidera, para mantener el regadío en la zona de cultivos destinados a engordar ganado para el mercado de la carne. Otros usos de las motores-bombas es el drenaje de zonas inundables; de esta forma se desecan períodicamente las marismas del Guadalquivir para el cultivo del arroz altamente subvencionado por la Unión Europea. La ingeniería y la tecnología hidráulica fordista para el regadío está asociada a la agroindustria, a la expansión del mercado interior y exterior, a la globalización económica en detrimento de la autosuficiencia alimentaria, a favor de la dependencia y la dominación.

4. Aljibes y abastecimientos urbanos.

El aljibe es un depósito de agua utilizado mayoritariamente para el abastecimieto de agua de boca. El algúbben de la lengua árabe que hablaban una parte de la población andalusí, fue utilizado masivamente el Andalucía Oriental debido al exceso de salinidad de las aguas superficiales y subterráneas (el 37% de las aguas en España están consideradas como salobres), sobre todo en las comarcas del litoral. El aljibe recogía el agua de lluvia de las azoteas y tejados, y el de las escorrentías superficiales próximas trasportadas por acequias. Sólo el barrio del Albaycin granadino llegó a tener 24 aljibes.

El aljibe permitío la autonomía de las personas en el acceso libre al agua de boca. Tanto los que abastecían a una sola casa, como los construidos para una comunidad de vecinos aseguraban el abastecimiento sin mercantilizar el agua. Hoy los aljives están en desuso y los programas de restauración como los del Ayuntamiento de Granada no incluyen la recogida de lluvia, a la administración local sólo le interesa su función ornamental; el agua que almacenará vendrá de las redes de abastecimientos e EMASAGRA.

Los aljibes son fuertemente atacados por insalubres, pregonaban insistentemente las empresas de abastecimiento la «indudable» superioridad de la calidad de las aguas que distribuyen por sus redes. El aljibe tradicional se construía y pintaba con materiales autóctonos para evitar la eutrofización del agua y contaban siempre con una puerta para favorecer el acceso a su interior y la oxigenación del líquido elemento. Sin embargo, a pesar de almacenar agua de lluvia, probablemente, de mayor calidad que mucha de las agas envasadas, con la implantación de las redes de abastecimiemto y la llegada a las casas de los grifos, los únicos aljibes que subsisten, son los de las casas aisladas en el medio rural donde no llegan las redes de abastecimiento, o aquellos que se construyen para almacenar agua por temor a los cortes de suministro en los tiempos de sequía.

El abastecimiento de agua lleva consigo en las ciudades, las soluciones técnicas al saneamiento en formas de redes que llevan las aguas residuales fuera de la ciudad a complejas y costosas estaciones depuradoras (EDAR). De hecho las redes de saneamiento y las depuradoras son las responsables directas del encarecimiento del recibo del agua en los últimos años.

El hecho del fracaso del Aljibe se basa, en gran parte, en sustraer las aguas pluviales a la red de alcantarillado por lo que la capacidad de dilución de agentes contamiantes aminoraba en la medida que se perdían caudales. La aplicación técnica del agua para diluir heces y orinas tiene su origen en los higienistas ingleses inventores del water, en la segunda mitad del siglo XIX, en un país sin problemas donde la pluviometría es abundante. Jean Robert nos cuenta algo sobre la moral higienista del WC: «Benjamin Ward Richardson, discípulo de Elwin Chadwick (padre del primer drenaje general de Londres) es también conocido por un libro de propaganda higienista, Higeia, utopía de una ciudad en la que cada habitante mandara sus excrementos, con diluvios de agua a un gran caño público. Este mismo Richardson era también presidente de una soicedad de abstemios: para él, descargar los intestinos en agua potable y abstenerse de tomar vino era dos actos cargados del mismo sentido moral. Esta moral decimonónica es la misma que predica una coalición cuya izquierda abarca numerosas ONG y cuya derecha es simbolizada por la Compagnie Generále des Eaux -la mayor empresa entubadora y envasadora del mundo-«.
La mundialización de la opción tecnológica del WC, las redes de saneamiento y las EDAR, sin tener en cuenta las diversidad de climas en el mundo obedece a unas técnicas que van unidas a la mercantilización y a la dependencia de los seres humanos en la sociedad tecnológica. A principios del siglo XIX, grandes ciudades europeas eran en gran parte autosuficientes gracias a los huertos urbanos que eran abonados y regados con las haces humanas y las aguas residuales. China, después de la revolución maoista, cuando tenía más de 800 millones de habitantes, mantenía una agricultura tradicional que se abonaba orgánicamente con las heces de la cabaña ganadera y la de los propios chinos. En ninguno de estos ejemplos se arrastraba la mierda con agua potable, gracias a sencillas técnicas de letrinas y fosas sépticas. ¿Es pensable hoy una metropolis sin WC, redes de saneamiento y EDAR con trastamientos de primer, segundo o tercer grado, para aminorar los agentes contaminantes que expulsan hogares, comercios y pequeñas industrias?
Ramón Germinal
Resumen de la Charla que dio Ramon Germinal el 11 de diciembre del 2003,
Granada 11 de diciembre de 2003. BIBLIOGRAFÍA.

AA.VV. «La conservación de un patrimonio histórico y natural: Las acequias de Sierra Nevada». Informe para el Parque Nacional de Sierra Nevada.
ANTONIO MALPICA y CARMEN TRILLO. «La hidráulica rural nazarí». Publicado en www.unizar.es
JEAN ROBERT. «Las aguas arquetípicas y la globalización del desvalor». Publicación de la Escuela de Arquitectos de la Universidad de Morales, México.
RAMÓN GERMINAL. «Agua en la memoria». Capítulo del libro, «Agua: mercancía o bien común. Ed. Alikornio. Barcelona, 2003.